Juan José Millás trata en su artículo «Un ataque político a las formas de vida» varios temas como son:
El llamado «consumo cultural». Consumir según la Real Academia Española significa gastar o destruir, entonces ¿por qué hablamos de la cultura como un producto, como algo que podemos gastar? Significa eso que, ¿consideramos que la cultura está al mismo nivel que las cosas que compramos, comemos o queremos usar?
«¿Pero debemos darle a la cultura y a la educación el tratamiento de un bien de consumo? No lo creo, porque en ese mismo instante las reducimos a la categoría de lo prescindible.»
Es decir, cuando el Gobierno nos vende la cultura como algo que consumimos, nos está diciendo, al mismo tiempo, que cuando quiera nos la quita, la recorta y hace con la cultura lo que quiere. Y nosotros lo aceptamos. Nos quedamos callados asumiendo, por tanto, que la cultura se consume. Pues bien, como dice Juan José Millás, la cultura es una forma de vida. El Gobierno nos quita formas de vida, nos recorta formas de vida. Y, puesto que es una forma de vida, debemos difundirla, protestar cuando se nos quita, cuidarla y cultivarla.
Para valorar la cultura es muy importante la educación. Nadie puede valorar la cultura sino tiene una educación adecuada para ello. Cuanto más preparados estemos culturalmente menos tragaremos con lo que nos quieran imponer. El conocimiento es lo más importante y por ende no podemos permitir que nos recorten en educación.
«—A ver, ¿qué beneficios le ha traído a la señora que hemos abandonado en la cama de un hotel de Buenos Aires leer a Dostoievski?
—Beneficios, ¿en qué sentido?
—Beneficios en el sentido de beneficios, gilipollas.
—Bueno, podríamos decir que uno es más sabio después de haber leído al ruso.
—Más sabio, más sabio... ¿Hablamos de una sabiduría práctica, de la que se puedan obtener unos rendimientos económicos inmediatos?
—Eso no, pero cuando uno lee aprende a leerse y a leer el mundo, aprende a interpretar la realidad, comprende la importancia de la búsqueda del sentido...
—No me joda usted. Yo, sin haber leído a Dostoievski, quizá gracias a eso, he montado una franquicia de jabones que da trabajo a cinco mil personas.
—¿Cuánto ganan esas personas?
—Cuatrocientos euros de media. Y me hacen horas extraordinarias y festivos, y si les pido que me lleven a los niños al colegio, me los llevan. Bien visto, no entiendo cómo no me matan.
—Quizá porque no han leído a Dostoievski.
—Razón de más para prohibir las humanidades.»Este texto sacado del artículo de Juan José Millás muestra como es al propio Gobierno o al propio empresario al que no le interesa que sus ciudadanos dominen las letras. Por eso, lo más fácil es recortar en educación y cultura, para así dejarnos, como dice Millás, sin discurso.
Nuestra misión es, por tanto, proteger y difundir la cultura y el conocimiento y así cambiar el discurso dominante.
«El tipo verdaderamente peligroso es aquel que un sábado por la tarde se queda en casa leyendo a Madame Bovary. Ese chico es una bomba, ya que la realidad está hecha de palabras. Quien las domina tiene más capacidad de destrucción que un experto en explosivos.»
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